¿Quién mató al zar?
Texto de Pilar Bellver e ilustración de Olga Carmona Peral
Me gustan las preguntas. Una pregunta, especialmente si se refiere a las mujeres, a su historia, a su genealogía, puede, mejor que una afirmación, dejar al descubierto el silenciamiento al que nos ha condenado la voz patriarcal. Por eso me gustan especialmente las preguntas que, más que mostrar dudas, expresan certezas que alguien nos lanza provocando en nosotras la necesidad de corroborarlas. Y no admito que esas preguntas que tanto me gustan sean llamadas retóricas; podemos llamarlas preguntas acicate; o preguntas acusación. Son preguntas del tipo de éstas, os pondré ejemplos:
¿Qué sabemos de quienes participaron en la revolución rusa?
¿Todos los revolucionarios eran hombres? ¿Eran todos hombres de la clase obrera? ¿No hubo mujeres que destacaran? ¿Sabemos por qué una ciudad como Zurich fue una localización importante en el proceso que condujo a la revolución soviética?
¿Qué sabemos de sus antecedentes?
¿Quién ordenó asesinar al zar Alejandro II? ¿Quién lo asesinó? ¿Cogieron a quienes lo hicieron? ¿Que les pasó? ¿Quiénes atentaron luego también contra su hijo, el zar Alejandro III?
¿Y si os dijera que todas esas preguntas tienen como respuesta mujeres y nombres de mujeres que deberíamos conocer, pero que nos han ocultado? Yo estudié en el instituto la Revolución Rusa (con mayúsculas) y no recuerdo el nombre de ninguna mujer (no porque tenga mala memoria, sino porque no aparecería ninguna).
Ni una mención al Círculo de FRITSCHE. En la Rusia zarista, las mujeres tenían prohibido el acceso a la universidad. Algunas mujeres de clase alta se fueron a Suiza, a Zürich, concretamente, donde sí podían estudiar una carrera, medicina, por ejemplo. Allí se creó un enjambre de hombres y mujeres universitarias dispuestas a hacer la revolución. Pero las mujeres se dieron cuenta de que sus compañeros hombres no las tenían en cuenta, no las dejaban apenas hablar en las reuniones (qué raro), no tomaban en consideración sus aportaciones teóricas. Hartas, fundaron allí, lejos de su patria, el círculo de Fritsche, formado exclusivamente por mujeres. Luego, cuando volvieron a Rusia, muchas de ellas protagonizaron acontecimientos históricos cruciales que precedieron y sentaron las bases de la revolución rusa. (Con una mínima reseña como ésta, yo me habría puesto a buscar más información).

Ni una mención a SOPHIA PEROVSKAYA. Que nació aristócrata, pero que formó parte del Comité Ejecutivo del grupo revolucionario Narodnaya Volya (La voluntad del pueblo). Fue la responsable directa del asesinato (o tal vez ejecución) del zar Alejandro II, el 1 de marzo de 1881. Antes de conseguir su objetivo, había participado en los tres intentos fallidos previos. No tardaron más que unos pocos días en detenerla. Y la ahorcaron por eso. Tenía 27 años. Se convirtió en un símbolo para muchas mujeres. Por ejemplo, para Kanno Sugako, la feminista japonesa que en 1910 participó en el plan para ejecutar al
emperador Meiji. También a ella la ahorcaron. Y más modestamente también a mí me inspiró la creación del Comando Malva (por ahora sólo una novela gráfica).
Ni una mención a VERA FIGNER. Que también nació aristócrata. Estudió medicina (una parte en Zurich) y después volvió a Rusia para vivir con la gente más pobre de las aldeas rurales y ejercer como cirujana y como partera. Fue compañera de Perovskaya en el Comité Ejecutivo de La voluntad del pueblo. Organizó y participó también en el atentado al zar. La detuvieron en 1884, la condenaron a muerte, se negó a pedir el indulto, le conmutaron la pena por trabajos forzados a cadena perpetua y se pasó 20 años presa. Escribió versos, un libro sobre sus compañeros de presidio (para que su memoria no desapareciera con ellos) y unas memorias suyas que sólo la ceguera de los productores de Netflix no ha convertido todavía en una serie espectacular.
Ni una mención a VERA ZASÚLICH. Que fue dirigente revolucionaria del grupo Tierra y Libertad. Su vida merece muchos capítulos. Un buen día de 1878 se presentó en el despacho del general Trépov, gobernador de San Petersburgo (y un hombre sanguinario donde los haya habido, famoso torturador de presos políticos), con la excusa de pedir un certificado de buena conducta, y le disparó a bocajarro. Sólo consiguió herirlo. La detuvieron, la juzgaron, pero era tal el odio que le tenía el pueblo a Trépov y a los funcionarios del zar que su abogado consiguió presentar su acción como la necesidad de hacer justicia contra la impunidad que asistía a los torturadores. El juicio fue seguido por mucha gente famosa, entre el público estaba Dostoievski, que tomó muchas notas para Los hermanos Karamazov. El jurado popular la absolvió poniendo así en evidencia que el verdadero delito era la violencia que ejercían habitualmente los gobernadores zaristas. ¿Qué hizo entonces el gobierno del zar? Pues promulgar una ley según la cual nunca más sería un jurado popular el que juzgase los atentados contra la autoridad, no fuera a repetirse el caso. ¿Os suena de algo lo de crear tribunales especiales para juzgar delitos contra la corona o las autoridades?
Ni una mención a ELIZABETA KOVALSKAYA. Que era hija ilegítima, pero a la que su padre legó toda su fortuna. Ella utilizó su herencia para crear una escuela nocturna para mujeres obreras. En 1869 conoció a Sophia Perovskaya y asistió a sus reuniones de mujeres. Ambas se unieron al grupo revolucionario Tierra y Libertad, que después se escindiría en La voluntad del pueblo (partidaria de las acciones violentas) y en Repartición Negra (que rechazaba el terrorismo). Fue cofundadora, en 1880, del Sindicato de Obreros rusos del Sur. Por tan terrible delito, en 1881 fue exiliada y encarcelada en Siberia durante muchos, muchos años. Se escapó un par de veces, pero la recapturaron.
¿Dónde estaban mujeres como éstas cuando yo estudiaba y hubiera necesitado referentes revolucionarias capaces no sólo de escribir manifiestos, sino de actuar? Llegué a ellas cuando ya era del todo adulta. Pero las adopté como mis antepasadas y les rendí mi sincero homenaje de agradecimiento por el sacrificio enorme de sus vidas, un ejemplo de valentía para las seis integrantes de mi Comando Malva.

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Comando malva es una novela gráfica de Pilar Bellver y Olga Carmona Peral publicada por la editorial Dos Bigotes. Sus protagonistas (Marga, Bea, Reme, Vane, Lina y Cintia) son seis mujeres muy diferentes, pero unidas por su compromiso con la causa feminista. Juntas crearán el Comando Malva con el objetivo de actuar contra los símbolos más importantes del poder patriarcal. Las consecuencias serán imprevisibles.
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