Conocimiento y libertad. La apuesta de Cloto

Pensemos en esta imagen:
un hombre mayor, con barba, gafas redondas, el pelo canoso despeinado, viste una camisa desabrochada, cubierta en parte por un chaleco negro, de felpa. Está sentado en un butacón. Junto a él, en una mesita, se amontonan varios libros, alguna enciclopedia. Y en frente del viejo, un chaval de mirada inteligente le sonríe.

En la siguiente imagen, el hombre mayor, también le devuelve la sonrisa, de hecho, se ha incorporado un poco en el sillón para revolverle el pelo al granujilla y decirle en tono paternal: «Recuerda: el conocimiento te hará libre».

Puede entonces que suceda una tercera escena, apenas unos segundos más tarde: una mujer vestida con unas ropas incómodas para la tarea asignada de limpieza y cocina, entra, en lo que ahora claramente vemos como un despacho con una gran vidriera y biblioteca caoba rebosante de libros. La mujer recoge los platos sucios del almuerzo. También, la copa pegajosa del coñac.

Ella, por supuesto, no llega a escuchar aquello sobre el conocimiento y la libertad. El chaval ni siquiera la mira. El hombre carraspea algo incómodo ante su presencia. Quizá, espere a que ella se dé la vuelta para lanzarle una mirada intencionada, posando la vista unos segundos de más en la cintura de ella, en su culo, en sus piernas o en la melena recogida bajo la cofia.

«El conocimiento te hará libre».
¿Cual? y ¿a quién?

Quizá, la curiosidad nos legitime el derecho a mover la cámara y ver qué pasa con la mujer del uniforme blanco y negro, escuchar qué es lo que dice a la gente con la que se rodea e incluso vislumbrar el conocimiento que se deriva de esas conversaciones, de esas reflexiones.

Y esa curiosidad está bien. Es necesaria.
Pero.

¿Qué pasa en esta otra imagen?
Una mujer está de pie ante un atril. Seria, habla y mueve los brazos enfatizando sus palabras. Si alargamos el plano, comprobamos que está en un escenario, la sala es grande, repleta de mujeres que asienten, levantan la mano para participar en la charla, escuchan con atención y toman notas rápidas de lo que se dice.
Esa mujer es Margaret Fuller. Una intelectual feminista norteamericana que vivió en el siglo XIX y quizá no conozcamos.

En esta otra escena, vemos a una joven dentro de un carruaje a principios del siglo XVI. Tiene el semblante serio. Cruza dos palabras con el chofer, gracias a eso sabemos que quiere negociar con el rey de España la libertad de su hermano, el rey de Francia. Esa mujer es Margarita de Navarra.

En una tercera, una señora mayor escribe el preludio del libro que ha terminado de traducir, el título es lo de menos, ella acaba de firmar su Apología a las mujeres. Se trata de Inés Joyes y Blake, se encuentra sentada ante su escritorio, en una casa de Veléz-Málaga, a mediados del siglo XVIII, y quiere, entre otras cosas, prevenir y aconsejar a sus hijas sobre la necesidad de creer en la opinión y criterio de una misma.

Puede que sepamos quienes fueron estas mujeres o puede que no. Pero lo importante es que existieron. Que existen. Y que tenemos la opción de coger la cámara, de agarrar el lápiz, de encender el ordenador.
De salir a la calle.
De abrir los ojos.
Y detectarlas.

“Margaret Fuller, Margarita de Navarra e Inés Joyes y Blake en La apuesta de Cloto”. Dibujo de Olga Carmona Peral

La apuesta de Cloto es una novela de Garazi Albizua y Olga Carmona y nos dará a conocer a Margarita de Navarra, Margaret Fuller e Inés Joyes y Blake a través de una trama que entrelaza mito y realidad.
Las hilanderas griegas, Láquesis, Átropos y Cloto jugarán con la vida de la protagonista, Mar, para influir en su rutina y provocar el cambio que necesita.

Por otro lado, si el conocimiento nos hace libres, podríamos pensar que el desconocimiento nos apresa. Y es verdad. La protagonista de la novela gráfica se encuentra inmovilizada por la falta de referentes. Y, precisamente por eso, debemos ir más allá y matizar la relación engendrada entre conocimiento y libertad.

La propia naturaleza de lo que conocemos nos permite el tipo de libertad que disfrutamos. Y esto es importante. En muchos niveles, además.

Si le otorgamos al conocimiento y por ende a la educación, la exclusividad de la libertad, estamos dándonos de bruces contra una historia selectiva que ha escogido al hombre blanco de clase media y alta como recipiente absoluto del saber. Y si legitimamos ese saber, estamos legitimando también la libertad que emana de él. Una libertad clasista y jerarquizada.

Es más, lo que no sabemos también nos libera y empodera. ¿Qué pasa con aquello que intuimos, que sentimos, que nos impulsa a actuar de una manera y no de otra?

¿Qué provoca a Mar el cambio en su vida? ¿Un juego entre unas Moiras olvidadas? ¿Conocer los referentes de mujeres también olvidadas en la historia? Sí y sí. Pero también ella misma. La percepción de su existencia. El dolor o no de tripas.

Ese amalgama de experiencias de segunda, aquellas vivencias relegadas al ámbito de la histeria, de los nervios, de los sentimientos, de mujeres cuyas cabezas diabólicas no se ajustan al tipo de mente erudita que necesita el conocimiento verdadero es la gasolina con la que prenderle fuego al concepto corrupto derivado del binomio conocimiento y libertad.

Y esa emoción también es la desencadenante de La apuesta de Cloto.
La búsqueda del conocimiento fuera del estándar hegemónico es, sencillamente, un acto subversivo. Libertario.

Texto: Garazi Albizua Castelao

Información sobre la novela gráfica:
https://cosmicaeditorial.es/product/cloto
https://www.txalaparta.eus/es/libros/iruleak

Portadas de las ediciones en castellano y euskera de La apuesta de Cloto/ Iruleak